Fabula basada en sinónimos y antónimos 

"El Conejo Listo y el Zorro Gruñón"

Tema: Sinónimos y Antónimos

En un bosque lleno de árboles verdes y ríos cristalinos, vivía un conejo llamado Bruno, conocido por ser muy listo, amable y alegre. Le encantaba conversar con todos los animales y jugar con las palabras, especialmente con los sinónimos y antónimos. Siempre decía que aprender palabras nuevas era como encontrar pequeños tesoros escondidos.

Un día, apareció en el bosque un zorro nuevo, llamado Rufus, que era malhumorado, orgulloso y solitario. No le gustaba hablar mucho y siempre respondía con palabras duras.

Bruno, siempre curioso y amigable, se acercó a saludar:

— ¡Hola, Rufus! Qué agradable es ver una cara nueva por aquí.

Rufus frunció y dijo.

— No soy agradable, soy serio, no necesito amigos.

Bruno, sin enojarse,  dijo:

Agradable y amable son sinónimos de bueno, ¿sabías? Y serio no significa malo, pero si eres gruñón, podrías aprender lo contrario de esa palabra: amable, feliz o amigable.

Rufus lo miró confundido.

— ¿Sinónimos? ¿Antónimos? ¿Qué estás diciendo?

— Mira —explicó Bruno—, sinónimos son palabras que significan lo mismo o casi lo mismo, como contento y feliz, o rápido y veloz.
Y los antónimos son palabras que significan lo contrario: frío y caliente, triste y alegre, oscuro y claro.



Rufus se quedó pensando… Por primera vez, alguien no se había alejado por su mal carácter. Tal vez valía la pena aprender algo nuevo.

Al día siguiente, Bruno organizó un juego de palabras en el claro del bosque. Todos los animales tenían que decir una palabra y luego su sinónimo o su antónimo. Rufus, con timidez, se acercó.

— ¿Puedo jugar? —preguntó.

Bruno contento, dijo.

— ¡Claro que sí! Di una palabra, y veremos si encontramos un sinónimo o un antónimo.

Rufus pensó y dijo:

Enojado.

— ¡Perfecto! —respondieron los demás— El antónimo de enojado es calmado, tranquilo o feliz.

Todos aplaudieron. Rufus sonrió por primera vez en mucho tiempo. Descubrió que las palabras no solo servían para hablar, sino también para entender, compartir y cambiar.

Desde ese día, Rufus se volvió más amigable, más curioso y menos gruñón. Aprendió que las palabras podían abrir puertas, sanar corazones y, sobre todo, enseñar que todos podemos cambiar si estamos dispuestos a aprender.

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